domingo, 30 de diciembre de 2012

Mis mejores deseos




Ante todo, quiero brindar por los que este año nos han dejado, y también por los recién llegados.

Otro brindis porque este año sigamos luchando, porque no nos ganen.

Y porque os sigan interesando mis historias, que al fin y al cabo dicen mucho de mí, y me hacen sentiros más cerca.











 
Urte berri on

Feliz Año Nuevo

Happy New Year...

... y a darlo todo esta noche!






viernes, 28 de diciembre de 2012

Dilemas para el Nuevo Año

 
 
Estamos preparando la nochevieja. Y no es tan sencillo como puede parecer, porque quiero impresionaros, para qué voy a mentir. No muchas veces una donostiarra puede recibir el nuevo año en California. Y claro, desde allí tenéis que sentirlo como una celebración a lo grande, como todo por aquí, nada de medias tintas. En esas hemos estado todo el día de hoy, desde que he quedado con unos amigos alemanes a las 11 de la mañana, hasta altas horas de la noche (es verdad que en medio ha habido risas y demás).
 
 
Sabemos que tenemos que ir a San Francisco, porque pasar la víspera de Año Nuevo en Palo alto es lo más cercano al coma que se me ocurre. Pero ir a la gran ciudad también tiene sus inconvenientes: gente, gente y más gente. Porque, aunque todo el mundo por aquí cree que soy muy joven, a una le van pasando los años y las grandes aglomeraciones me dan cada vez más pereza. Eso, unido a  las dificultades que ya os comenté que tienen los lugareños para compartir acera sin chocarse, hacen qque la perspectiva sea cuanto menos difícil. Al menos hemos descubierto que van a poner cinco trenes de más esa noche, para volver de San Francisco a las otras ciudades de la Bahía. Dicen que se trata de una apuesta para que los "juerguistas" (sí, así nos llaman) utilicen el transporte público y, al menos una vez al año, dejen el coche en casa. El último tren sale a las 2.15am. Efectivamente. ¡Fiesta!! Pero es que, por si no lo sabéis, en California la ley prohibe vender alcohol a partir de las dos de la mañana, incluso en los bares. Así que la fiesta suele darse por finiquitada sobre esa hora, a no ser que quieras estar dándolo todo en la pista con un moca-latte, que oye, bien mirado, también tiene su punto.
 
Esa noche seremos unas veinte personas en busca de algo digno con lo que celebrar el año nuevo lejos de nuestra gente: vascos, alemanes, asiáticos de distintos países, dos Drag Queens de la zona... Salga lo que salga de todo este potpourri, seguro que será interesante.
 
 
Eso será varias horas después de la Nochevieja de (casi) todos vosotros. Así que estaré disponible vía internet y me compraré un arsenal de uvas para poder repetir el ritual en cada una de las conexiones. Y estoy pensando: ¿vale igual el vino blanco? Porque también son uvas, sólo que machacadas...
 
 
Anyway, os diré cómo termina todo esto y si, al final, sale algo curioso, que es lo más probable. He pasado este día en distintos lugares a lo largo de mi vida, pero nunca tan lejos y con semejante diferencia horaria. Teniendo en cuenta que a las tres de la tarde tengo mi primera conexión con familia y amigos para festejar, y que me juntaré para cenar no más tarde de las seis con el variado grupo de 'juerguistas' de Palo Alto, la entrada en el 2013 promete ser, como poco, muy pero que muy larga.



Happy New Year to all of you!!!
 
O, lo que es lo mismo,
 
¡Feliz Año Nuevo!!! 

jueves, 27 de diciembre de 2012

Sorpresas

 
 
Pues parece que ya ha pasado. No se acabó el mundo (al menos no de forma obvia) y volvimos a celebrar la Nochebuena y la Navidad como cada año (aunque esta vez con algunas ausencias, la más comentada la de la vaca y el burro en el discurso del Rey). Es posible que el mundo no se haya terminado, pero sí parece que se ha dado la vuelta. Porque resulta que en Esukadi han estado cantando los villancicos en bikini, poniéndose ciegos de mojitos y caipirinhas, y nosotros en sunny California poniéndonos como sopas. Unas tormentas terribles han estado azotando el centro y el sur del Estado en las últimas semanas, y aunque al principio me hizo gracia lo de chapotear y todo el tema de Singing in the rain, creo que he crecido ya algunos centímetros de lo mucho que me he mojado estos días, y lo peor, me están saliendo branquias. Así que espero ansiosa la vuelta a la tranquilidad, porque esto de cinco minutos lloviendo a cántaros, cinco minutos de sol, diez de diluvio universal, dos de verano y vuelta a empezar... cansa mucho y no es serio. Estoy pensando incluso en reclamar que me devuelvan el dinero. Lo que no sé es a quién.
 
 
Pero al margen del clima -o con él-, esta semana ha venido cargada de sorpresas. No sólo los regalos, que este año han llegado de manos tanto del Olentzero como del mismísimo Santa Claus. -Me chifla lo del 'Hohoho!!'. Tendríamos que inventar algo así para Mari Domingi-. Pero a lo que iba; que por fin he vivido el encuentro que tantos meses llevaba esperando: por fin me he encontrado con Mark Zuckerberg! Sí, sí, como os lo cuento. Y no por la calle, rodeado de seguridad y montándose en un Jaguar, sino en uno de mis (dos únicos) bares preferidos de Palo Alto, un sábado por la noche con un grupo de amigos (¿o quizá empleados?). El caso es que lo vimos cuando estaba intentando acceder al local (en el que te piden una identificación que acredite que eres mayor de 21). Entró sin ningún revuelo. En el post que escribí hace unas semanas sobre él y la película que cuenta la historia de la creación de Facebook, ya dije que no es santo de mi devoción. pero cuando lo ví... aun no lo comprendo, pero tuve un momento fan, a lo niña de Justin Bieber. Me senté en la mesa de enfrente y empecé a hacerle fotos disimuladamente con el teléfono. Lo más probable es que no se diera cuenta, porque yo pretendía estar leyendo mis correos, y he de decir que soy una actriz del Método. ¿Y para qué hice todas esas fotos (borrosas)? No lo sé, porque no voy a publicarlas en Facebook, ni en mi blog, ni por supuesto tienen nada digno de vender a las revistas carroñeras (sólo se tomó una Coca Cola). Fue un acto deleznable y no digno de mí, pero era la única forma de cerciorarme de que lo tenía delante, de que vivo en Palo alto rodeada de millonarios que aparentan 16  años y visten sudaderas con capucha, y que salen de bares como si nada. Porque al final, por muy viajada que esté, a una siempre le queda una parte de Paco Martínez Soria con su cesta de gallinas en el 'nuevo mundo'.
 
 
Total, que no puedo decir nada bueno ni malo del amigo Mark, porque no tuve el placer de hablar con él (tranquilos, todo se andará). Y podéis estar orgullosos de que no me arrancara el pelo a mechones de la emoción o me escribiera sus iniciales en la cara con boli; me controlé. Pero sí coincidí con él en la barra al ir a pagar nuestras respectivas cuentas, y aunque actué con absoluto desdén, sin mirarle ni una sola vez, reconozco que alargué el cuello hasta el infinito y más allá para ver su recibo. y tengo que decir que, con una cuenta de 20 dólares, mister Zuckerberg dejó 10 dólares de propina, lo que significa el 50%. ¡Un Hurra por Mark, que se enrolla! Yo fui bastante más miserable, pero también soy algo más pobre que el muchacho.
 
 
Y temas de famoseo aparte, poco he hecho estos días más que festejar. Y felicitar a todas las personas con las que me he cruzado en la calle, en las tiendas, en los bares, el señor de FedEx con los paquetes,... Eso sí, felicitando las fiestas en general, pero no la Navidad, porque se ve que aquí lo de decir Merry Christmas (o 'feliz Navidad') ya no se lleva por no ser respetuoso con las personas que no son de religión cristiana. Así que lo que hay que hacer es desear a todo el que nos crucemos que tengan unas fiestas muy felices, pero así, sin concretar, no vaya a ser que a alguno que resulte ser judío, o hinduista, o incluso ateo, le vaya a dar un tantarantán al escuchar la dichosa expresión. Ya sabéis, amiguitos, una lección más de lo que significa respetar al prójimo en este país. ¿Cómo? ¿Qué decís? ¿Que el hombre que mató a dos bomberos esta semana en Nueva York dejó escrito que lo que más le gustaba en el mundo era matar a gente? Sí, puede ser. Pero seguro que ese buen americano sabía felicitar las fiestas como se debe; ante todo, con mucho respeto.  

jueves, 20 de diciembre de 2012

Por si no se acaba el mundo

 
 
Es probable que no lo hayáis escuchado, pero dicen que el mundo se va a terminar hoy. Así, sin más. Flop. Y desaparece. Al principio era un poco escéptica, pero en los últimos días he estado pensando y, bien mirado, hay montones de señales. Muchas razones de peso para dar esto por finiquitado.
 
 
Hoy mismo, por ejemplo, he visto la promo del programa Hijos de papá. Había una chica rubia con un chiguagua que decía que no le gustan los "catetos", porque no cuidan su imagen. Efectivamente, el Universo podría pasar perfectamente sin ella. Pero no sólo la Barbie de Marbella. Cualquiera de esos pequeños monstruos incitan a prenderle fuego a la Tierra (pero no lo hagáis nunca, amiguitos). Hay muchas razones para bajarse del tren. ¿Gandía Shore? ¿Gangnam Style? Perdonen, pero yo me apeo. Y no voy a entrar en más detalles de la basura que nos rodeea en el mundo, porque si este es vuestro último día tampoco os lo voy a fastidiar con discursos reivindicativos.
 
 
A mí lo que me puede es el concepto del final. El Científico me explicó que el tiempo es absoluto, y que somos nosotros los que lo relativizamos con el tema del sol y los hemisferios. Entendido. Pero resulta que he leído que la hora del fin del mundo son las cinco de la tarde. Para todos. ¿Pero las cinco de quién? Reflexionando (poco), he llegado a la conclusión de que se trata de las cinco del centro del mundo, o lo que es lo mismo, de nuestras cinco de la tarde. Porque si van a venir los alienígenas, no pueden aparcar la nave en otro lugar que no sean los Estados Unidos. No conocen nada más.  
 
 
Así que la mayoría de vosotros tendréis todo el día de hoy para disfrutarlo a tope. Yo no sé lo que haré durante la mañana. Pensaba ir a por los regalos de Navidad, pero no merece la pena si luego no los vamos a poder abrir. También podría marcharme a Las Vegas a ver a Celine Dion en concierto, pero en lo que tardo en llegar... flop. Así que tampoco. Creo que me dedicaré a la vida contemplativa. Pasear entre árboles, sentarme al sol, abrir una buena botella de tinto, fumarme un cigarrillo (Oh, Dios Santo!!). Y por supuesto, hablar con mi gente, aunque sea vía Skype y con retardo. Sí, las cosas buenas de este mundo tan terrible y tan injusto.
 
 
Y si al final no pasa nada, y el sábado vuelve a salir el sol, creo que me tomaré un par de días de 'descanso' del blog (¿o sería mejor decir 'os daré un par de días de descanso'?) para volver a la carga con más fuerza después de las celebraciones navideñas. Hasta entonces, como diría algún actor americano en un anuncio de champán (o cava catalán): "¡Felises fiestas!"


 
 
 

Navidad para el hombre de las montañas

 
 
Estoy sentada en una mesa del bar al que vengo habitualmente a escribir, con una taza de café en la mano y en la radio canciones de Navidad de esas cantadas por crooners que son capaces de hacer llorar hasta a un rudo camionero tejano.
 
 
Y así estoy yo hoy, un poco llorona. En las últimas semanas están pasando muchas cosas y me invade una sensación de pérdida importante. Y es inevitable que el espíritu navideño que todo lo inunda te haga sentir un poco peor. Porque, al fin y al cabo, si a estas fiestas les quitamos la parte religiosa, y no estamos con la familia ni tenemos turron ni las campanas de Nochevieja, lo único que nos queda es lo de comprar y comprar y comprar. Pero ni siquiera vas a poder dar los regalos cuando toca, así que es un fraude total.
 
 
Empieza a hacer frío y estamos teniendo por primera vez días frescos y soleados, de los de salir con abrigo, bufanda y gafas de sol; de esos que me encantan. Stanford se va vaciando de estudiantes que se marchan a sus casas y Palo Alto se llena de autóctonos dispuestos a comprar los mejores regalos. Y yo en una especie de limbo.
 
 
Igual que el hombre de las montañas. Me gustaría saber lo que significan para él estas fechas. Supongo que poco, aunque quizá consiga algo más de atención, visto que son días para 'hacer cosas buenas por los más necesitados'. Por ahora ya ha ocurrido algo que me ha hecho tremendamente feliz: tiene un abrigo nuevo. Un abrigo en condiciones, para la lluvia y el frío. Es rojo y le sienta como un guante. No podía creerlo cuando lo ví. Ya os comenté que estaba muy preocupada porque había empezado la temporada de lluvias y no tenía más que una triste cazadora de verano. Y el caso es que -por lo que intuyo- el hombre de las montañas (o Papá Noel, como yo lo llamo) sufre de artritis o artrosis. Paso mucho tiempo observándolo, y se frota las rodillas a todas horas, igual que hace con las palmas de sus manos. Por las tardes, en su banco, dedica unos minutos a hacer una tabla de ejercicios. Sentado, estira una rodilla y la vuelve a doblar; hace lo propio con la pierna contraria y luego se pone de pie. Se sienta y vuelve a empezar. Cuando ha terminado la serie, se dispone a dar su largo paseo diario por la zona. Sé lo mala que es la humedad para este tipo de enfermedades, así que he pasado las últimas semanas más preocupada por él que de costumbre. Al estar lloviendo, había días en los que no podía hacer sus ejercicios, y lo veía caminando con dificultad bajo la lluvia, su pelo largo y amarillento y su barba chorreando, su ropa empapada.
 
 
Pero hoy lo tengo delante y me siento aliviada. Es una emoción difícil de describir, y quizá de comprender, pero la empatía que siento por este hombre misterioso va a más. Sólo quiero que esté bien, que se cuide, que no le pase nada malo. Supongo que es la representación en esta ciudad de todo lo que me importa y me preocupa en la vida. Ahora lo veo en el banco, con el pelo seco y el abrigo puesto, tomándose el café del día. Después se fumará un cigarrillo y se marchará a pasear, con su lento caminar y su mirada perdida, aprovechando el precioso día soleado que tenemos en Palo Alto.

 

martes, 18 de diciembre de 2012

Beautiful California


 

Una de las cosas que más me están sorprendiendo de California, y de la que rara vez he hablado, es la naturaleza. Esta es una zona llena de contrastes, y en esa diversidad de paisajes reside su encanto. Para acercaros un poco más su belleza, hoy cambio las palabras por imágenes 'caseras'.





 

¡Have a nice day!

lunes, 17 de diciembre de 2012

El precio del sueño americano



El Pew Research Center ha presentado una encuesta sobre las opiniones de la ciudadanía  norteamericana y la europea en determinadas cuestiones como la autonomía, la homosexualidad o las diferencias culturales, cuyos resultados podemos leer con cierto optimismo (porque son mucho mejores que los de las encuestas anteriores), pero también con lógica preocupación. El 49% del país considera que sus ciudadanos no son perfectos, pero su cultura es superior a las otras. Parece mucho decir, pero es que en 2002 eran seis de cada diez las personas que opinaban de esta manera.   


Con respecto a la homosexualidad, los resultados son esperanzadores. Si en 2007 sólo un 49% de la ciudadanía consideraba que esta opción sexual debía ser socialmente aceptada, este año son seis de cada diez quienes opinan así. Efectivamente, son porcentajes mucho menores que los que se dan en Europa (más del 80% en España, Alemania, Francia y Reino Unido), pero parece que las cosas están cambiando, especialmente entre las personas más jóvenes. Según la encuesta, casi siete de cada diez norteamericanos de menos de 30 años creen que la homosexualidad tiene que ser socialmente aceptada, y sólo un 37% cree que su cultura es superior a las demás.


Pero el aspecto de la encuesta que más preocupa, y que considero en parte una base para las opiniones que tienen con respecto al resto de cuestiones, es el individualismo. La gran mayoría de la población de Estados Unidos cree que el éxito en la vida no está determinado por elementos que puedan escapar a nuestro control; es decir, que tú y sólo tú eres el responsable de no ser un triunfador. Unida a ello está la idea de conseguir los retos de la vida sin interferencia del Estado (58%), en contra de la opinión mayoritaria en los países europeos, que consideran que la prioridad es asegurarse de que nadie viva en la pobreza y la exclusión social.  
 
 
Aquí se trata de defenderse a uno mismo, porque no puedes confiar en que el resto lo vaya a hacer por ti, y mucho menos el Gobierno. Hablaba muy bien de ello el corresponsal de El País, Antonio Caño, en un artículo al hilo del tiroteo de hace unos días en la escuela de Connecticut: "En todo caso, en este país ha sobrevivido, ciertamente, un espíritu de desconfianza hacia el estado que lleva a muchos ciudadanos a asumir ellos mismos la responsabilidad de proteger a sus familias. Ello se une a un estilo de vida, en comunidades alejadas de los centros urbanos, que hace difícil el cumplimiento por parte de las autoridades de su obligación de mantener segura a la población".
 
 
Precisamente, este fin de semana he cenado en casa de unos amigos franceses que han alquilado una casa de invitados en una de las ciudades más exclusivas de la Bahía de San Francisco: Los Altos. Y ellos nos contaban cómo, en esa comunidad perfecta en la que los vecinos intercambian pasteles y galletas de chocolate, hay carteles a la entrada advirtiendo a los residentes de que tienen la responsabilidad de llamar a la policía en caso de ver cualquier cosa que les resulte sospechosa. Es probable que sea por las películas, pero en ese tipo de lugares tan silenciosos, con el cesped perfectamente cortado y las luces de Navidad adornando las fachadas inmaculadas, es donde más percibo el miedo y la desconfianza en el ambiente. Es algo así como con nosotros o contra nosotros.
 
 
Y es ese sentido exacerbado de lo que significa la libertad individual lo que lleva a este país a los extremos que muchos no soportamos. Por ejemplo, tengo el derecho a defenderme de los posibles peligros, así que tengo derecho a comprar armas para conseguirlo. Aunque en estos días, como es obvio, lo que más se escucha son palabras de repulsa y consternación por lo sucedido en la escuela de Newtown, también he podido leer muchas (sí, muchas) opiniones sobre lo bueno que hubiera sido que los profesores hubieran estado armados para evitar las muertes de los niños. También hay teorías sobre la conveniencia de que este tipo de asaltos se produzcan en centros educativos o cines, porque saben que allí la gente no irá armada y será más fácil cumplir con su objetivo. Así que lo que proponen es que todos llevemos una pistola en el bolso, por si las moscas. Una vez más, son el miedo y la desconfianza los que hablan, en este país del do it yourself.
 
 
Parece que la encuesta del Pew Research Center refleja actitudes de mayor solidaridad entre los jóvenes, que están más preocupados por el bienestar de la sociedad en general, y que creen algo más que sus padres en la intervención del Estado. Aun así, tengo la impresión de que, mientras sigan obsesionados por protegerse de un enemigo inexistente, seguirán ocurriendo cosas de este tipo. Esperemos que la respuesta de estos días y los buenos propósitos no queden en el olvido -como ha ocurrido en anteriores ocasiones- y que sirvan como punto de partida para la consecución de una sociedad más justa y solidaria, y en la que, como mínimo, sus ciudadanos no tengan que vivir constantemente cubriéndose las espaldas.