lunes, 17 de diciembre de 2012

El precio del sueño americano



El Pew Research Center ha presentado una encuesta sobre las opiniones de la ciudadanía  norteamericana y la europea en determinadas cuestiones como la autonomía, la homosexualidad o las diferencias culturales, cuyos resultados podemos leer con cierto optimismo (porque son mucho mejores que los de las encuestas anteriores), pero también con lógica preocupación. El 49% del país considera que sus ciudadanos no son perfectos, pero su cultura es superior a las otras. Parece mucho decir, pero es que en 2002 eran seis de cada diez las personas que opinaban de esta manera.   


Con respecto a la homosexualidad, los resultados son esperanzadores. Si en 2007 sólo un 49% de la ciudadanía consideraba que esta opción sexual debía ser socialmente aceptada, este año son seis de cada diez quienes opinan así. Efectivamente, son porcentajes mucho menores que los que se dan en Europa (más del 80% en España, Alemania, Francia y Reino Unido), pero parece que las cosas están cambiando, especialmente entre las personas más jóvenes. Según la encuesta, casi siete de cada diez norteamericanos de menos de 30 años creen que la homosexualidad tiene que ser socialmente aceptada, y sólo un 37% cree que su cultura es superior a las demás.


Pero el aspecto de la encuesta que más preocupa, y que considero en parte una base para las opiniones que tienen con respecto al resto de cuestiones, es el individualismo. La gran mayoría de la población de Estados Unidos cree que el éxito en la vida no está determinado por elementos que puedan escapar a nuestro control; es decir, que tú y sólo tú eres el responsable de no ser un triunfador. Unida a ello está la idea de conseguir los retos de la vida sin interferencia del Estado (58%), en contra de la opinión mayoritaria en los países europeos, que consideran que la prioridad es asegurarse de que nadie viva en la pobreza y la exclusión social.  
 
 
Aquí se trata de defenderse a uno mismo, porque no puedes confiar en que el resto lo vaya a hacer por ti, y mucho menos el Gobierno. Hablaba muy bien de ello el corresponsal de El País, Antonio Caño, en un artículo al hilo del tiroteo de hace unos días en la escuela de Connecticut: "En todo caso, en este país ha sobrevivido, ciertamente, un espíritu de desconfianza hacia el estado que lleva a muchos ciudadanos a asumir ellos mismos la responsabilidad de proteger a sus familias. Ello se une a un estilo de vida, en comunidades alejadas de los centros urbanos, que hace difícil el cumplimiento por parte de las autoridades de su obligación de mantener segura a la población".
 
 
Precisamente, este fin de semana he cenado en casa de unos amigos franceses que han alquilado una casa de invitados en una de las ciudades más exclusivas de la Bahía de San Francisco: Los Altos. Y ellos nos contaban cómo, en esa comunidad perfecta en la que los vecinos intercambian pasteles y galletas de chocolate, hay carteles a la entrada advirtiendo a los residentes de que tienen la responsabilidad de llamar a la policía en caso de ver cualquier cosa que les resulte sospechosa. Es probable que sea por las películas, pero en ese tipo de lugares tan silenciosos, con el cesped perfectamente cortado y las luces de Navidad adornando las fachadas inmaculadas, es donde más percibo el miedo y la desconfianza en el ambiente. Es algo así como con nosotros o contra nosotros.
 
 
Y es ese sentido exacerbado de lo que significa la libertad individual lo que lleva a este país a los extremos que muchos no soportamos. Por ejemplo, tengo el derecho a defenderme de los posibles peligros, así que tengo derecho a comprar armas para conseguirlo. Aunque en estos días, como es obvio, lo que más se escucha son palabras de repulsa y consternación por lo sucedido en la escuela de Newtown, también he podido leer muchas (sí, muchas) opiniones sobre lo bueno que hubiera sido que los profesores hubieran estado armados para evitar las muertes de los niños. También hay teorías sobre la conveniencia de que este tipo de asaltos se produzcan en centros educativos o cines, porque saben que allí la gente no irá armada y será más fácil cumplir con su objetivo. Así que lo que proponen es que todos llevemos una pistola en el bolso, por si las moscas. Una vez más, son el miedo y la desconfianza los que hablan, en este país del do it yourself.
 
 
Parece que la encuesta del Pew Research Center refleja actitudes de mayor solidaridad entre los jóvenes, que están más preocupados por el bienestar de la sociedad en general, y que creen algo más que sus padres en la intervención del Estado. Aun así, tengo la impresión de que, mientras sigan obsesionados por protegerse de un enemigo inexistente, seguirán ocurriendo cosas de este tipo. Esperemos que la respuesta de estos días y los buenos propósitos no queden en el olvido -como ha ocurrido en anteriores ocasiones- y que sirvan como punto de partida para la consecución de una sociedad más justa y solidaria, y en la que, como mínimo, sus ciudadanos no tengan que vivir constantemente cubriéndose las espaldas.
 
 

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