lunes, 17 de diciembre de 2012

Despedidas

 
 
Supongo que a muchos os habrá pasado alguna vez lo de cansaros de vuestra ciudad, de la gente, de la rutina,... Vamos, que te pones a hacer discursos del tipo: "Si es que aquí somos unos sosos, y es que no hay camareros más bordes en ningún sitio, y la mayoría de la gente no tiene inquietudes, y es que es un pueblo pequeño, blablabla. Y yo lo que quiero es marcharme a conocer otros lugares, otras culturas, enriquecerme como persona, blablabla." Ya sabéis.
 
 
Y entonces vas y lo haces. Y te plantas en un sitio muy muy lejano, a rebosar de personas de distintas nacionalidades, etnias, religiones, culturas... Y los vas conociendo, y vas compartiendo cada vez más tiempo con ellos, y poco a poco empiezas a echar en falta lo que tenías en casa. Y entonces los discursos pasan a ser del tipo: "Si es que como en casa no se come en ningún sitio, y seremos serios pero cuando nos conoces lo damos todo, y que no se nos olvide que somos gente muy noble, y mira lo bien que estaríamos allí de bares, que cierran más tarde, no como aquí, que son unos aburridos, blablabla".  
 
 
En esas estaba cuando tuve la suerte de conocer a dos personas 'de la tierra', que desde el primer instante me devolvieron una parte de lo que sentía perdido por aquí. Porque, que nadie me entienda mal, es genial conocer gente de todas partes, con sus particularidades, y merece absolutamente la pena salir, moverse, viajar, para constatar que lo que nosotros tenemos en casa no siempre es lo mejor. Pero cuando estás tan lejos del hogar, digo yo que es natural que sientas la necesidad de rodearte -no sólo- de personas con las que puedas compartir el idioma, cultura, hábitos, preocupaciones, y para mí algo fundamental: el humor. Porque a veces cuesta que personas de diferentes países nos riamos con las mismas cosas. Así que cada día que he pasado con estos dos amigos ha sido como estar en casa, y eso para mí es decir mucho. Y aunque el tiempo físico compartido no sea demasiado, vivir en común el esfuerzo que conlleva estar en un país nuevo tratando de buscarse la vida une mucho, y hace que las relaciones personales se afiancen con mayor rapidez. Es la familia en el extranjero.
 
Mis nuevos amigos se marchan a casa por Navidad, igual que la mayoría de la gente que conozco por aquí. Pero en su caso, no está claro si volverán o no con el inicio del año; todo depende de sus circunstancias. Y tengo que admitir que nos dejan un poco 'huérfanos', tanto a mí como al Sleepwalker. Porque no es tan sencillo encontrar gente en el camino con la que desde un primer momento conectas de verdad. Y encima con el extra de que son personas auténticas, generosas y muy divertidas. Y eso a una servidora la conquista de todas todas.
 
Vamos, que para qué engañarnos, es jodido despedirse de las personas que te acompañan en experiencias tan importantes de tu vida. Por eso, hoy estoy un poco menos alegre que de costumbre, pero pasará. Y me quedaré con lo que me tengo que quedar: el privilegio de haber compartido una pequeña parte de mi vida con gente 'crujidora' y genial. Y saber que la amistad y el cariño son para siempre, sea aquí, allí o donde nos echen.
 
Cheers!

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