viernes, 21 de septiembre de 2012

Welcome to Stanford (I)



La Universidad de Stanford está medio camino entre San Francisco y San José. Fundada por la familia del gobernador Stanford a finales del siglo XIX, es tan grande que tiene su propio código postal (94305). Tiene 19 bibliotecas, que cuentan con más de 8,5 millones de volúmenes físicos, 1,5 millones de ebooks y casi la misma cantidad de material audiovisual. Con más de 49 millas de carretera (cerca de 80 kilómetros), es una comunidad autosufiente, con 40.000 árboles, agua y energía para todos.

Esta mañana me he acercado a Stanford para hacer unas instantaneas de la vida en el campus, y el viaje se ha convertido en una aventura con complicaciones. Una vez más, me he perdido. Es la dinámica de esta universidad. Pero las rutas alternativas me han permitido hacer un interesante safari fotográfico, del que os muestro unas instantáneas. Digamos que hoy es viernes de photolog. Welcome to Stanford! 
 
 
 



Stanford es una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos (vale, y del mundo), y aquí han estudiado 17 premios Nobel y cuatro ganadores del Pullitzer. Pero también Sigourney Weaver, Reese Witherspoon, Ted Danson (sí, el de Cheers, aunque yo siempre lo recuerdo por su papel en Tres hombres y un bebé), el director de cine Alexander Payne, o los deportistas Tiger Woods y John McEnroe. Y, por supuesto, los fundadores de Google, Yahoo!, Linkdin, PayPal, Hewlett-Packard (que acabo de descubrir que son dos colegas y no un apellido compuesto), Gap y muchos otros. Quizá en el futuro serán estrellas, very important people, pero cuando los miro ahora, en su primera semana de clase, sólo veo un montón de críos exaltados, competitivos y muy asustados.







En Stanford hay campos de bicicletas, crecen como matorrales. Si vas andando, probablemente seas europeo. Y si vas en bici y sin casco, un europeo que quiere pasar desapercibido, pero no puede. Si Odon pasease por el campus, se le caería la lagrimilla de la emoción. 









En la mayor parte de Stanford está prohibido fumar. Por fortuna, yo no sé inglés. Cada vez que te enciendes un cigarrillo el mundo se para por un instante en el campus, todos se bajan de sus bicis y te miran en silencio, maldiciéndote por ser tan mala persona contigo y con ellos, que tendrán que sufrir pasivamente tu humo cuando se esparza por los campos de bicicletas.






Aquí se estudia mucho, nada que ver con lo que hacemos nosotros. Tanto, que si no has tenido suficiente con las clases y la biblioteca, puedes seguir aprendiendo mientras te comes el tupper sentadito a la sombra de una higuera. Si es que... hasta esto se les tenía que ocurrir.






Pero no todo son alegrías. Varios estudiantes de primer curso han muerto deshidratados cuando buscaban su facultad por estos caminos de Dios. Yo misma he estado a punto de darme por vencida hoy y tirarme a la carretera. Con un poco de suerte, podrían llevarme a urgencias del hospital, que está al lado de la parada de autobús que buscaba. Más de un premio Nobel desperdiciado por no señalizar como se debe.  






Sin embargo, una vez más, y con el ingenio que les caracteriza, han sabido dar respuesta al problema. ¿Señalizando mejor? ¿Evitándote los rodeos infernales a las cientos de zonas en obra? No. Mejor. Poniendo por el camino juegos y curiosidades que te mantengan entretenida y despierta. Gracias Stanford.



 
 
 
  
Uno de los coches que pueden verse en la entrada del centro comercial del campus. ¿Y para qué añadir nada? 
 
 
  
 



Y para terminar la primera parte de nuestro recorrido, instantánea de una de las actividades más interesantes que ofrece la universidad: buscar comida gratuita. Todas las charlas, congresos, grupos de trabajo, recepciones y demás ofrecen comida y bebida, distinta dependiendo de la hora del día y del presupuesto de cada acto. Estas actividades suelen ser abiertas al público, así que por el módico precio de 0 dólares puedes aprender física cuántica mientras te comes un plato de fruta con un cafelito, o saber más sobre el comportamiento de las células del endotelio con un poco de vino y queso francés. Ahora sí, más que nunca, gracias Stanford.




 


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