miércoles, 26 de septiembre de 2012

Caminando por SF: Chinatown



De pronto, estás en otro país, en otro continente.




Chinatown no son sólo tiendas de souvenirs y farolillos de colores, es todo un mundo por descubrir. Pero hay que adentarse en este curioso barrio sin miedo y con curiosidad.
 
 
A mediados del siglo XIX, la fiebre del oro atrajo a miles de chinos a California, en busca de una suerte mejor. La mayoría venían de la privincia de Guandong y hablaban dialectos cantoneses. En San Francisco, se instalaron desde un principio alrededor de Portsmouth Square, una plaza en el centro de la ciudad. En 1853, la zona tomó el nombre de Chinatown.

 
Desde un principio, la población china fue discriminada, hasta el punto de sufrir el Chinese Exclusion Act (1882), que bloqueó la entrada de asiáticos a Estados Unidos en la primera importante restricción de la inmigración en el país. También se impidió que los residentes, incluso los menores nacidos en los Estados Unidos, obtuviesen la ciudadanía americana, y se prohibió la entrada de mujeres chinas aduciendo que venían a ejercer la prostitución.
 
La situación para la comunidad china era muy complicada, y tras el terremoto que asoló San Francisco en 1906 los gobernantes de la ciudad decidieron que era el momento idóneo para echar a los vecinos de esa zona. Pero uno de los empresarios de Chinatown les propuso reconstruir las calles en las que los chinos habían vivido durante años, esta vez con un marcado atractivo turístico. Edificios de estilo oriental, comercios, restaurantes,... la idea cuajó.    
 

Y en la actualidad el Chinatown de San Francisco es el más grande de Estados Unidos. Cuando pasas la puerta principal que da entrada al barrio, te recibe Grant Avenue con todas esas tiendas de souvenirs, objetos típicos, sedas, palillos, degustaciones de tés, ositos panda,... es una auténtica borrachera pero también una grata sorpresa si te adentras en los locales que menos se parecen a un bazar y en los que puedes encontrar piezas deslumbrantes. También pueden comprarse las omnipresentes galletitas de la suerte, que resulta que en realidad son una tradición de los restaurantes asiáticos en Estados Unidos, pero no llegaron a China hasta la década de los 90. Se cree que están inspiradas en los soldados chinos del siglo XIV, que escondían mensajes dentro de las tartas típicas (Mooncakes) para coordinar sus estrategias. También es una costumbre en China cuando nace un bebé en la familia enviar tartas a los allegados con un mensaje dentro que anuncia la buena nueva. El misterio sigue abierto sobre su procedencia, pero la verdad es que las galletitas son de lo más divertidas y crean adicción. En definitiva, merece la pena recorrer toda la avenida, aunque lo más probable es que estés rodeada de turistas y más turistas.
 


Pero donde realmente todo cambia es al llegar a Stockton Street. ¿Cómo? ¡Si estamos en China!


























Todo el barrio viene aquí el fin de semana a hacer sus compras de alimentación. Los carteles están escritos en chino, también los nombres de los alimentos (muchos de los cuales son imposibles de identificar para una servidora), y sólo se oye hablar en su idioma mires a donde mires. Los olores son fuertes, sobre todo cerca de las tiendas que venden pescado seco, y también en las pescaderías propiamente dichas, en las que los peces vivos saltan tratando de escapar de las bandejas en las que se les muestran a los clientes.





Todo tipo de productos envasados, desde setas y hongos a frutas o verduras. Precios muy asequibles y platos típicos tradicionales para una parte de la población que parece vivir de forma modesta.



Un lugar tan auténtico que puede resultar chocante para una persona que crea estar en Estados Unidos y se encuentre con una cultura entera concentrada en unas pocas calles y en una plaza en la que hombres chinos de todas las edades juegan al ajedrez mientras fuman tabaco de liar. Pero esto no es Sanfran, esto es Chinatown!




Zài jiàn!!

1 comentario:

  1. Esto me recuerda a Pradolongo, una zona del distrito de Usera, en Madrid. Es genial sumergirse y pensar que uno está en China de golpe y porrazo, con lo que a mi me gusta todo lo chino! Me molesta mucho que la gente se meta con los inmigrantes chinos, yo desde luego no podría pasar sin ellos: ¡hasta me corto el pelo en sus peluquerias!

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