jueves, 10 de enero de 2013

Insomniac



Hace días que no duermo. Parece el título de una canción de amor, pero es la realidad. Bueno, algo exagerada, porque echo cabezaditas, pero nada de lo de a pierna suelta. La vida tan lejos de casa, los constantes papeleos que implica residir en los Estados Unidos y mi inminente viaje a Donostia me tienen atacada. Porque a lo de ver a mi gente después de casi seis meses se le une todo el tema del viaje. El de ida, que va a ser larguito (San Francisco-Salt Lake City-París-Bilbao), pero sobre todo el de vuelta.
 
 
En los viajes que he compartido con una amiga fantástica, made in Chile, he sufrido horrores por todo lo que le hacen pasar al intentar entrar en Europa. Las preguntas impertinentes, las eternas colas y los controles a los que se veía sometida constantemente, me ponían enferma. Sobre todo teniendo en cuenta que yo viajaba casi entre algodones, por el simple hecho de pertenecer a la UE (eran, entonces, mejores tiempos para nuestro país).
 
 
No sabía que yo misma iba a sufrir algo parecido en USA. Mi visado, el B2, es foco de grandes sospechas. Por ello, las ristra de preguntas es interminable, las miradas escrutadoras hacen daño y es practicamente imposible no sentir nervios en la cola de control. Aunque sepas que tienes todos los documentos en regla, que has hecho las cosas bien, no puedes evitar pensar que buscarán el más mínimo resquicio para sospechar de tus intenciones. Pero una vez más, si para mí es difícil, no quiero pensar en el infierno que tiene que resultar todo el trámite para cualquiera que provenga de Latinoamérica.
 
 
Estoy intentando vivir la espera de la forma más relajada posible, pero es increíble pensar en todas las dificultades que me ponen para entrar en un país en el que lo único que voy a poder hacer es consumir sus productos, pagar por sus servicios y contribuir a su economía -mal que me pese, a veces-. Y lo más curioso es que, para eso, no hay practicamente control. ¿Enseñar algún tipo de identificación cuando pagas con tajeta de crédito? Nunca. ¿Demostrar que eres el destinatario cuando recoges una entrega en la oficina de correos? Para nada.
 
 
En el futuro, espero poder ir comprendiendo mejor las razones para lo que, a mis ojos, son puras contradicciones. Eso sí, aunque creo que no es necsario que os lo recuerde, lo que cuento en mis Daily Tales son sólo mis impresiones y las conclusiones que saco a partir de lo que veo. Pero no tengo la verdad, sólo mi opinión.
 
 
Ahora voy a tumbarme en la cama para intentar conciliar el sueño. Lo de contar ovejas a mí nunca me ha funcionado, así que creo que probaré con  alguna película de José Luis Garci. Terapia de choque.    

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