Cada día, cuando cruzo University Avenue, intento esquivar a los promotores de Greenpeace que tienen las aceras dominadas. Suelo ir de incógnito con gorras, gafas de sol, pasamontañas,... incluso un día cogí a un señor que pasaba por ahí y me lo puse delante para que no me vieran. Lo de hacer como que hablas por el móvil no les afecta en absoluto porque, ¿quién no va hablando por teléfono en esta ciudad? He tratado, también, de mimetizarme con los arbustos vistiendo ropa de camuflaje y con algunas ojas pegadas al casco. Pero eso parece que les motiva todavía más, por lo del amor a la naturaleza.
Tengo que aclarar que no tengo nada en contra de los chavales que me acosan en sí, pero sí contra los métodos que utilizan. Y sé que probablemente les habrán 'entrenado' para agobiar al personal, y que sus ingresos dependerán de la cantidad de miembros que capten para su entidad. Pero a mí no me cuadra que la gente se sienta atraída por la causa con preguntas del tipo: ¿Tienes ganas de salvar el mundo esta mañana? o ¿Estás segura de que quieres seguir caminando y no contribuir a la pervivencia de nuestro planeta? Y esos saludos desde tan lejos, gritándote incluso cuando estás al otro lado de la carretera.
¡¡Buenos días!!, ¡¿Cómo estás hoy?!, ¡No te escapes, que te veo!, ¡¡Muchas gracias por (no) atenderme!!, ¡¡¡¡Disfruta de tu día!!!
Si algún día decido pararme será para decirles que sí a lo que sea que me propongan, pero a condición de que me pongan una chapa o una pegatina acreditativa en la solapa para que, POR FAVOR, no me acosen nunca más. Sí, como véis, mi donación será por motivos muy ligados al medio ambiente.
La otra cara de la moneda de la gente que pide por la calle (porque, no nos engañemos, lo que hacen los de Greenpeace o cualquier otra ONG que contrata a promotores a pie de calle, es pedir), decía que, la otra cara de la moneda son los mendigos. Desde que vivo aquí, diría que nunca me han incomodado al pedirme alguna ayuda. Se la das o no se la das, pero no te agobian para que lo hagas. Y entre todos ellos, algunos han ideado fórmulas cuanto menos ingeniosas. Hay un hombre en la entrada de Stanford que porta un cartel en el que pone: "Mi mujer y mis hijos han sido raptados por unos Ninjas. Necesito dinero para clases de karate". El tipo lleva su cartel orgulloso y sonriente, mientras da vueltas por las inmediaciones de la universidad, esperando que la gente baje las ventanillas de sus vehículos para darle algo de cambio. Hasta que llega el Sheriff de Stanford y le ordena que salga del campus.
En San Francisco, a la entrada del nada recomendable (bajo mi punto de vista) recinto (super) turístico Fisherman's Wharf, hay un hombre de mediana edad sentado en un banco con un cartel delante que reza algo así como "Para qué engañar. Me gastaré el dinero en tomarme una cerveza". La imaginación al poder. Ganarse a los viandantes con humor y apelando a la empatía. Efectivamente, la estrategia es discutible y puede haber incluso quien se sienta ofendido. No voy a entrar en eso. ¿Pero no es más limpio hacerlo así? Sin agresión, sin acoso. Quizá con una intención de derribo, pero derribo de nuestra indiferencia.
No soy una experta en marketing (no estoy hecha para vender motos), pero recomendaría, con mucha humildad, que quienes pretenden involucrarnos en asuntos de interés social lo hagan con delicadeza y respeto. Tratándonos como personas adultas con criterio. Y sin gritar, por el amor de Dios.
No sé como lo haces pero siempre consigues arrancarme una sonrisa y eso en los tiempos que corren no lo consigue casi nadie!
ResponderEliminarQue ganas de verte! muxux!
aah, por fin publico! Era un tema del explorer...siempre jodiendo.
ResponderEliminarGracias, maitia!! Bueno, pues ahora que lo has conseguido, espero tenerte por aquí bastante! Muxus!
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