miércoles, 17 de octubre de 2012

Comida de trabajo



Esta mañana he asistido a una conferencia sobre las redes de tráfico de drogas y de personas, con la intención de traeros información fresca sobre un tema tan apasionante. Pero nada más lejos de mi imaginación, básicamente porque no he entendido ni una palabra. O las pocas palabras que he entendido no me han servido. Empecemos por el principio.
 
Resulta que la ponencia la daba un miembro del cuerpo militar del ejército del aire de la Universidad de Georgetown (sí, como el príncipe Felipe). Me ha costado Dios y ayuda encontrar el sitio, en honor al sistema de indicaciones de Stanford. Una interesante visita turística a las escalera de incendios del edificio. Y cuando por fin he llegado a la sala de conferencias, guiada por el olor a comida, he estado a punto de salir corriendo. Una mesa de reuniones con unas 20 personas alrededor y algunas más en sillas colocadas en las esquinas de la estancia. Todas comiendo en platos de cartón. ¿Y qué pinto yo aquí?, me he dicho yo al principio. Pero tras cerciorarme de que era un acto abierto al público, y con la imagen de las bandejas de comida gratuita frente a mí, he conseguido serenarme, pensármelo mejor y coger un plato. Y podéis llamarme rarita, pero yo sigo sintiéndome extraña comiendo unas verduras asadas frente a un tipo que me está explicando su power point. Y ya ni os cuento si me hubiera decantado por las alitas de pollo.
 
Entre el público, el Sheriff de Stanford que, qué queréis que os diga, me resulta una figura entrañable, por tantas películas y series en las que lo hemos visto. Pero cuando otro de los asistentes se ha levantado a por más comida (sí, repiten y todo), he dado un respingo (esta palabra también me encanta) porque llevaba pistola. He empezado a mirar con más detenimiento, y no era el único. De hecho, armas por doquier. Policías de paisano. Aproximadamente la mitad de las personas que estaban en la sala llevaban un arma. La ley de California no permite llevarlas, pero claro, las 'fuerzas del orden' están exentas. No consigo acostumbrarme, y no puedo estar tranquila. Quizá tenga que pensar que estoy especialmente protegida en este entorno, pero no puedo evitar sentir mucho miedo.
 
Creo que los policías, igual que yo, iban a la conferencia a recabar información sobre las redes de tráfico y cómo combatirlas, pero lo único que hemos sacado en claro ha sido que para vencer a una red tenemos que construir otra red. Pues vale. Lo de la comida está bien pensado porque no hay quien se atreva a marcharse después de haber disfrutado de todos esos manjares gratuitos, pero también se genera un problema, y es que después de ingerir alimentos nuestro estómago se llena y tiene que hacer la digestión, lo que nos lleva a un estado de letargo difícilmente soportable, especialmente en conferencias como la de hoy. Yo he aguantado estoica hasta el turno de preguntas para poder comerme sin remordimientos la cookie de frutos del bosque que había fichado al llegar. Pero cuando he salido a por ella, triunfal por haber aguantado tanto en una sala repleta de armas y con argumentos que ni siquiera comprendía, resulta que se habían comido todo excepto esas galletitas de colores que nadie quiere ni regaladas. Una desilusión. De verdad, cómo son estos intelectuales...

2 comentarios:

  1. Ya sabes, para poder acceder a la cultura, suele ser bueno tener la tripa llena...o... eso piensan en algunos/muchos sitios!

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