
El primer día que las vi, a primeros de octubre, pensé que sería la temporada, por esto de que ahora en el mercado me fijo en cómo los productos aparecen y desaparecen en función de la época del año. Ilusa de mí, no caí en que en cuestión de dos días llegaría la invasión naranja. Y es una invasión sobre otra, ya que San Francisco y su bahía están teñidos de forma permanente de este color. El naranja de los Giants (su equipo de beisbol) está presente a diario en gorras y camisetas en cualquiera de las ciudades de la zona. Pero lo de las calabazas es por demás.
¡Y es que llega Halloween, amigos! Y a pesar de tantas películas y series y ese empeño de vendérselo a todo quisqui, a mí por supuesto se me había olvidado por completo. Y nunca hubiera imaginado semejante despliegue. Bueno, esta mañana me han servido el café con leche y, en lugar del corazón o el trébol que suelen dibujarme con la espuma, me han hecho una calabaza sonriente, no os digo más. Quería haberle hecho una foto para enseñárosla (el camarero es un auténtico artista), pero se me ha olvidado llevar la cámara y en lo que tardo del campus a casa, aunque he venido haciendo equilibrios, la carita de calabaza se ha convertido en algo similar al Cristo de Borja restaurado. Y me lo he tenido que beber.
Los supermercados están llenos de bolsas de caramelos con formas de murciélagos y arañas, caretas de plástico de caras feas, o con la cara de Obama o de Romney (que también dan bastante miedito). Y en los porches de las casas (porque aquí todas las casas tienen porche), calabazas de adorno de distintos tamaños, listas para vaciar y encender el 31 de octubre. Esta mañana, mientras miraba a la calabacita sonriente, me preguntaba sobre el origen de esta tradición y resulta que, como casi siempre, los norteamericanos la han importado. En este caso, a través de los inmigrantes irlandeses y escoceses.
Las conocidas como Jack'O Lanterns parecen tener origen en el mito irlandés de Stingy Jack (o Jack el avaro), un hombre que intentó engañar al diablo, y cuando murió, el diablo, molesto por la trampa de Jack, no le dejó entrar en el
infierno y lo lanzó a la oscuridad de la noche con sólo un carbón encendido para
iluminar su rumbo. Jack puso el carbón en un nabo que había vaciado y dicen que ha estado dando
vueltas por la Tierra desde entonces. Los irlandeses comenzaron a referirse a
esta figura fantasmagórica como 'Jack of the Lantern' y luego, simplemente,
'Jack O'Lantern'. En Irlanda y Escocia la gente empezó a crear sus propias versiones de las
linternas de Jack tallando caras tenebrosas en nabos o patatas que
colocaban cerca de ventanas y puertas para ahuyentar a Stingy Jack y a otros
espíritus malignos. Los
inmigrantes de estos países trajeron a los Estados Unidos
la tradición de las linternas, y pronto descubrieron que las
calabazas eran la verdura ideal para ello.
Si quiero sentirme de verdad parte de todo esto voy a tener que comprarme una urgentemente y dedicar un tiempo a meter 'las manos en la masa'. Pero eso no es lo que más me preocupa; lo verdaderamente aterrador es lo de los niños y el trick or treat (truco o trato), una tradición que aprendí que puede ser peligrosa gracias a uno de los capítulos de Sensación de Vivir. Ahora no me preguntéis lo que pasaba, pero algo me quedó grabado y me da bastante mal rollo. La cosa es que los chavales vienen disfrazados a tu casa a pedirte caramelos. Un poco lo típico nuestro de cantar en Nochebuena, pero sin cantar ni nada. Y pensaréis que es absurdo que le de importancia a algo tan trivial teniendo a la vuelta de la esquina fechas tan señaladas como las elecciones (las vascas y las americanas) e incluso un acontecimiento sagrado como es mi cumpleaños. Claro, claro, sois todos muy pragmáticos, ¿pero habéis pensado alguna vez en lo que puede significar darles caramelos a los niños y niñas californianos? Habrá que mirar los prospectos de todos los productos, y ver si son orgánicos, si están elaborados con estevia en lugar de con azúcar, asegurarse de que no tienen colorantes artificiales y que para su elaboración se ha tratado con respeto a los leones marinos de las Galápagos. Avisados quedáis. Si el día 1 no escribo nada, es que les regalé las míticas piruletas de corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario