Hace unas semanas, el senador republicano Todd Akin afirmó que hay diferentes tipos de violación -la 'auténtica', que muy pocas veces genera un embarazo, y otras sin especificar)-, y que una mujer que haya sido violada tiene mecanismos para evitar un embarazo no deseado. El mismo senador, hace pocos días, dijo que se sentía confiado frente a su adversaria en la carrera por el senado porque había actuado de forma poco 'femenina' en sus últimas intervenciones.
En España, el presidente de los españoles en el exterior, Castelao Bragaño, mostró su talento para la poesía al afirmar que "las leyes son como las mujeres, están para violarlas". Cuatro días después, este genio del dicho español presentó su dimisión por motivos personales, que poco tenían que ver con su ocurrencia.
El ex presidente del gobierno José María Aznar decía aquello de "a mí me gusta que la mujer sea mujer, mujer", y el actual Ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, asegura que "la libertad de la maternidad es la que hace a las mujeres auténticamente mujeres".
Me parece cuanto menos curioso que todos estos comentarios que se permiten hablar de la naturaleza de las mujeres y de sus deseos provengan exclusivamente de varones. Aunque no podemos olvidar otra curiosa intervención, la de la cantante Amaia Montero, afirmando que "a veces cuando las mujeres dicen 'no', solo quieren ver qué serías capaz de hacer por ellas». Es cierto, no podemos considerarla una líder de opinión, pero hay que señalar que tiene casi 290.000 seguidores en Twitter. No es broma.
Todos estos 'desafortunados 'comentarios han tenido una limitada respuesta social, al menos a mi juicio. Porque, ¿cómo podemos permitir que sea un hombre el que nos diga qué es lo que nos hace mujeres decentes o indecentes, o simplemente qué nos hace mujeres? ¿Cómo podemos permitir que los partidos políticos nos utilicen para justificar sus posiciones, bien como madres, como esposas, como víctimas o como putas?
Esta tarde hablaba con unas amigas que se dedican a la ciencia sobre sus vivencias en un entorno laboral en el que los hombres son la gran mayoría. Ambas me han mostrado su incomodidad por las situaciones que se ven obligadas a vivir en el trabajo, por bromas ofensivas, incómodas, desagradables, o por lo difícil qe resulta para ellas sentirse valoradas igual que el resto de sus compañeros varones.
Estamos en el siglo XXI, hartas y hartos de campañas, programas, charlas y talleres para promocionar la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. ¿Y realmente tenemos que vivir estas situaciones sin levantar la voz? ¿Y por qué no podemos enfadarnos? ¿Por qué tenemos que indignarnos cuando cualquier indeseable nos suelta improperios o nos toca el culo por la noche en un bar pero no podemos denunciarlo porque son 'tonterías' sin importancia? ¿Y por qué si lo hacemos sabemos que nos tacharán de histéricas, 'mal folladas', marimachos o amargadas?
Con este panorama, hay cosas que creo que hay que seguir remarcando, aun a riesgo de parecer pesada:
- Mujer no equivale a madre.
- Las mujeres en puestos de responsabilidad pueden estar en ellos por su valía y no por haberse acostado con alguien o por ser hijas de alguien.
- Mi cuerpo es mío y nadie tiene el poder de decirme lo que tengo que hacer con él en ningún aspecto.
- Nosotras parimos, nosotras decidimos.
- Cuando una mujer dice no, igual que cuando un hombre dice no, siempre significa no.
Son puntos obvios y puede parecer algo superfluo recordarlos, pero viendo cómo está el patio, creo que no está de más.
¡Feliz lunes!
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