Después de tanta odisea con el pavo, me estaba preguntando de dónde venía esa tradición. Y resulta que hay una gran controversia. Se sabe que es un intercambio entre las costumbres de los peregrinos y los nativos en Estados Unidos, pero los historiadores no se ponen de acuerdo en la fecha de la primera celebración del Día de Acción de Gracias, ni siquiera en el lugar. Lo que parece ser cierto es que los peregrinos, ayudados por los nativos americanos, sustituyeron la carne del asado de sus países de origen (que bien puede ser Inglaterra, España u otro) por el pavo, porque era más fácil de encontrar. Se unieron así las oraciones para dar las gracias ante una mesa llena de alimentos con el agradecimiento de los nativos por la cosecha obtenida.
Pero sé que lo que más os importa en realidad es cómo puede cocinarse un pavo de Acción de Gracias sin ser americano (o canadiense) ni tener a mano un libro de recetas.
Paso 1. Comprar el pavo en el super y transportarlo en coche, porque el bicho pesa tanto que sería imposible llevarlo a la espalda. Como buenos vascos, lo intentamos, pero lo de no ser de Bilbao es un handicap.
Paso 2. Descongelar el pavo. Y aquí vienen las gracias de las series de televisión, pero es que resulta que es una auténtica odisea. ¡El dichoso animal no se descongela ni dentro de una sauna! (vale, eso no pudimos probarlo). Lo pones al lado del fuego, le das martillazos, lo abrazas fuertemente contra tu pecho... no hay manera.
Paso 3. Seguir las instrucciones de la bolsa para separarle las patas, que están unidas entre sí con un alambre. Imposible porque el pavo está todavía muy congelado y no hay quien lo derrita, de verdad. Nuestro último recurso: sumergirlo en agua caliente hasta poder intentar llegar al orificio en el que está la bolsa con sus 'cositas', separándole las patas con la tradicional técnica de la fuerza bruta.

Paso 5. Transportar, como puedas, el pavo relleno hasta una bandeja y depositarlo en el horno. Es posible que en el trayecto el pavo se te caiga, se escurra, que lo cojas mal de las patas y se de la vuelta, volcando así parte del relleno... lo importante es llegar al horno, sea como sea. Una vez dentro, cerramos la puerta y a esperar.
Pasos 6-10. Esperar. Resulta que el pavo hay que cocinarlo a muy baja temperatura y durante muuuuuuchas horas. Unas cuatro, concretamente. Si tenemos en cuenta que para descongelarlo, abrirlo de patas -perdón por la expresión- y meter el relleno ya puedes tardar la friolera de cuatro horas, el total se queda en ocho (era buena en matemáticas). Y si vienes de haber estado todo el día en la playa, cuando esas ocho horas pasen será ya de madrugada. Si a esto le sumamos que durante la espera -en la que sólo hay que controlar el pavo cada veinte minutos- la paciencia se agota y uno se ve abocado a abrir el vino antes de tiempo, pasa lo que pasa.
Paso 11 (a la mañana siguiente). Pavo para desayunar. Después de habernos ido a dormir con el estómago vacío y con unas cuantas cervezas de más (todo debido al interminable tiempo de espera), nos sentamos juntos a la mesa para degustar por fin el manjar que tantos problemas nos ha dado, acompañado, como es tradición, de puré de batata, maíz y tarta de calabaza (otra vez). Eso sí, antes de hincarle el diente, damos las gracias por todo lo bueno que tenemos, por los amigos, la familia... pero sobre todo por haber sido capaces de no quemar el pavo.
Estaba bueno el desayuno?
ResponderEliminar