miércoles, 28 de noviembre de 2012

Bertsolari en Stanford



Bertsolari es un documental dirigido por Asier Altuna que trata de acercarnos a esta tradición del País Vasco que consiste -grosso modo- en cantar versos improvisados a partir de un tema propuesto y ante una audiencia. Todo pasa en un momento. No hay casi tiempo para pensar. La inspiración, que suele llegar trabajando, en este caso llega en el mismo instante en el que la obra se muestra ante el público. Es lo complicado y lo bonito de la bertsolaritza: lo perecedero, la magia que no se repetirá.
En el viaje que propone Altuna nos acompañan los mejores bertsolaris de distintas épocas: Andoni Egaña, Maialen Lujanbio, Jon Sarasua,... y también personas expertas en lengua y tradición oral. Curiosamente, el viaje nos lleva desde Euskadi hasta San Francisco, donde podemos ver a Egaña y Lujanbio disertando sobre la participación de las mujeres en la bertsolaritza, delante del Golden Gate. Bonitas coincidencias.
Diría que a la película le sobra algo de tono poético -sobre todo en partes que el director ha querido insertar en forma de metáforas de lo que es esta forma de arte tan 'nuestra'-, pero me parece una forma estupenda de conocer el bertsolarismo y tratar de comprenderlo si se es nuevo en estas lides. Y si, como yo, te has criado en un ambiente en el que los bertsos estaban presentes, en el colegio, en la familia, en la televisión... este documental te toca la fibra. Porque entre estos 'performers' (como ellos mismos se denominan) hay un ambiente inmejorable; una ilusión común porque la tradición oral no se pierda y por experimentar con nuevas fórmulas, compartir con personas de otras partes del mundo que hacen cosas similares, y sobre todo por transmitir su conocimiento. Es una bella muestra de solidaridad de la que no estaría mal tomar ejemplo, especialmente viviendo en Estados Unidos.
Desde que vivo aquí, he tenido más de una discusión sobre la importancia de conseguir que las lenguas minoritarias no se pierdan. Porque hay gente que considera que es ley de vida y que, total, si todos vamos a acabar entendiéndonos en inglés -o en chino-, ¿para qué esforzarse tanto en mantenerla? Si antes lo tenía claro, este documental ha reforzado mis planteamientos. Estas personas, conocedoras de excepción de una lengua que utilizan con maestría, la aman por encima de todo. Por  encima de conflictos políticos o ideológicos. Como afirma Sarasua, el problema con el euskera es un problema  existencial. ¿Quiénes somos? ¿Qué es lo que nos define? Para mí, el euskera es la lengua del cariño, de la cercanía, de la tierra. Es emoción y recuerdos de la niñez, de las personas queridas que ya no están. ¿Cómo podríamos dejar que todo eso se perdiera? Porque no es sólo nuestra lengua. Son nuestras raíces, es nuestra identidad.   

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